divendres, 12 de desembre del 2025

l'altra vida de thomas mann


ANNA CARRERAS I AUBETS
L'altra vida de Thomas Mann
Núvol
23|6|2022


L’escriptor i crític irlandès Colm Tóibín (Enniscorthy, 1955) escriu El mag durant l’experiència de quimioteràpia que va patir l’any 2018. Vet aquí una biografia fictícia de Thomas Mann que explora la vida i l’època de l’exiliat guanyador del Premi Nobel (1929), equilibrant de manera exquisida l’aspecte íntim i el transcendental. És la segona vegada que Tóibín utilitza la ficció per imaginar el seu camí cap a la ment d’un novel·lista anterior. A The Master (2004) va portar els seus lectors a l’interior de Henry James. Entre Mann i James hi ha alguns paral·lelismes notables que probablement són els aspectes que interessen a Tóibín a l’hora de ficcionar biografies: tots dos van escriure sobre el desig homosexual sense reconèixer obertament la seva opció personal; tots dos van passar bona part de la vida lluny dels seus països d’origen; tots dos tenien germans grans amb els quals mantenien relacions competitives; tots dos eren cosmopolites; i sobretot, tots dos tenien en comú el gust pel raciocini extenuant i les sentències llargues. La pròpia prosa de Tóibín pot ser olímpica i senzilla alhora. Autor de deu novel·les i dos reculls de relats breus, ha estat candidat al premi Man Booker tres vegades i ha estat guardonat amb el Costa Novel Award, entre d’altres premis. Traduïda per Ferran Ràfols Gesa, El mag és la sisena obra de Tóibín publicada a Amsterdam i acaba de guanyar el premi britànic Rathbones Folio de Literatura. 

A El mag, Tóibín fa reflexionar a Mann, després de guanyar el Nobel, sobre si el seu to literari —«feixuc, cerimoniós, civilitzat»— l’identifica com el que més detesten els nous nazis en ascens. Però al costat dels aspectes més artístics, El mag dona molta importància al vessant humà de l’autor de La muntanya màgica: un home familiar, el pare de sis fills que va amagar la seva homosexualitat, l’escriptor imperfecte i ambivalent, fill de mare vídua, amant de l’existència sedentària, de la reclusió del treball constant i de les passejades de tarda per la platja amb la seva dona —la jueva Katia, potser el personatge més deliciós del llibre—, l’home que va desertar la pàtria que l’havia inspirat per a no tornar-hi mai més. Com a tercera línia de lectura, un dels grans temes de la novel·la de Tóibín, com passa en bona part de la ficció de Mann, és el declivi dels costums i la moral, dels conceptes de família, país i institució. Perquè a més d’una biografia novel·lada, El mag és una novel·la èpica que mostra les contradiccions d’un home cèlebre però també les paradoxes d’un segle XX crispat. 

La majoria d’escriptors que proven de fer la biografia literària d’un gran geni se centren en una petita part de la vida de l’homenatjat, com va fer Jay Parini amb el darrer any de Tolstoi a La última estación (1990) o Michael Cunningham a Les hores (1998) sobre Virginia Woolf i d’altres dues dones en el transcurs d’un sol dia. En canvi, a El mag Tóibín busca captar la totalitat de la vida i l’època de Mann, com ho faria un biògraf concentrat, documentat i imparcial. El propi autor afirma que va ser un llibre difícil d’escriure, que la investigació va durar quinze anys i que l’objectiu d’El mag era que es llegís com la història d’una família en un moment turbulent en comptes d’una peça d’investigació històrica. El recorregut de la novel·la abasta des de  la infantesa de Mann, amb un pare conservador i moralista i una mare brasilenya, seductora i imprevisible, passa pel matrimoni amb la Katia i l’èxit literari prematur, i arriba fins a l’exili a Suïssa, França i als Estats Units fugint de l’Alemanya nazi. 

En definitiva, amb El mag el talentós narrador Colm Tóibín ressegueix una saga familiar enlluernadora centrada en la vida de Thomas Mann, un home públic la vida del qual roman en secret, que abasta més de mig segle XX, inclosa la Primera Guerra Mundial, l’ascens de Hitler, la Segona Guerra Mundial i la Guerra Freda. El talent principal de Tóibín és, sens dubte, captar i transmetre la tensió psicològica de qualsevol acte de creació. 

 

dijous, 11 de desembre del 2025

el desordre dels llibres (II i final)


Dividid vuestras librerías por áreas culturales. Divididlas por nacionalidades: literatura italiana, francesa, alemana, hispano-americana. Separad los clásicos griegos y latinos de la poesía, la gráfica de la crítica, organizad el saber por materia escolástica (historia, filosofía, ciencia, arte, teatro, cine...¡qué aburrimiento!). Podéis quedaros con el orden alfabético, por autor, cronológico, cromático (qué horribles los anaqueles de Adelphi en tonos pastel, colocados los libros en degradado desde el verde inglés hasta el marfil...¡Y esas filas de azul Sellerio! O las cadavéricas de los Supercoralli de Einaudi...). Reagrupad vuestros libros según el formato o la editorial, que queda tan de revista de decoración, o por áreas semánticas, que queda muy de profesora democrática. O por altura (!), lo que os convertirá en enanos del sagrado arte del desorden libresco.

Pero a mí dejadme el perfecto desorden. Dejadme alternar cuidadosamente libros altos con otros más bajos, filas de libros en vertical con otras en horizontal; dejadme acumular mis libros sobre libros, junto a libros, bajo libros, nietzscheanamente, Más allá de los libros del bien y del mal, Barion Editor, 1924, ejemplar amarillento, un poco manchado...Dejadme mi único método que es no tener método, procediendo absolutamente al azar, apilando los libros unos sobre otros, según se adquieren (o se roban, cosa que ocurre a menudo), amontonándolos por estratos bibliogeológicos, rellenando huecos, nichos, intersticios y dobles fondos...(el verdadero bibliómano sufre, por naturaleza, de horror vacui) y entregándose, cuando se tiene que buscar un título, únicamente a la memoria, dote de la que andamos sobrados, a diferencia de la cultura. Sí, creemos en el desorden como la forma más alta de conocimiento alternativo.

El vacío, en la naturaleza, siempre acaba rellenándose. De volúmenes. Y las bibliotecas no se hacen: se aumentan. Los libros son plantas trepadoras de papel, que crecen a toda velocidad, agreden los muros, los tabiques, las columnas, las escaleras, los pasillos...Llenan todas las habitaciones y rincones disponibles, infestan todos los ambientes y germinan por desorden espontáneo, infringiendo toda frontera geopolítica, todo sentido cromático, toda exigencia de formato; mezclándose, confundiéndose y —sobre todo— perdiéndose. Al ser la biblioteca doméstica un sistema de entropía máxima, lo mínimo es no conseguir nunca encontrar un libro. Para eso están las librerías, donde va uno a comprarlos, y las bibliotecas públicas, donde va a sacarlo en préstamo. Pero para nosotros no sirve.

Nosotros, si acaso, tenemos tres reglas de oro: una, no prestar nunca un libro; dos, no leerlo, porque se destroza el canto y se estropean las páginas; y tres, no ordenar los libros jamás.

Por lo demás, las mentes más creativas tienen las bibliotecas más desordenadas. Que es otra manera de decir que tener una biblioteca en desorden también es un arte para el que se requiere mucho sentido estético, pocos principios éticos y —ça va sans dire— bastante espacio. Que es lo único que importa cuando se habla de libros.


Luigi Mascheroni. Pròleg a: Massimo Gatta. El desorden de los libros. Traducció d'Amelia Pérez de Villar. Fórcola, 2021.


dimecres, 10 de desembre del 2025

el desordre dels llibres (I)


Tratar de ordenar la propia biblioteca cuando el número de volúmenes supera una cifra que pueda considerarse significativa —digamos 10.000 libros, porque por debajo de ese número no tiene sentido hablar de ello: es mejor dedicarse a la filatelia, que ocupa menos espacio— es como proponerse domesticar la vida: regular la alimentación, reducir los vicios, reajustar los gastos, seleccionar las amistades, jerarquizar los compromisos, emplear mejor el tiempo libre, organizar el garaje y el sótano...cosas así. Se puede intentar con una o dos estanterías durante un mes; durante un año como máximo una pared. Después, inevitablemente, todo vuelve a sumirse en el caos. Y está bien así. 

Si existe un Dios de los libros (yo me lo inagino como el Bibliotecario que pintó Arcimboldo: un volumen enorme en folio en lugar de espalda y brazos, marcapáginas que hacen las veces de dedos, el rostro formado por libros pequeños, un lomo de libro por nariz y dos opúsculos en lugar de labios...y un abanico de páginas blancas, las páginas de un libro abierto, formando una tupida cabellera) pretenderá  de sus adeptos furor, pasión y Babilonia, que rara vez coinciden con orden, disciplina y compostura. Poseer millares de libros no es una virtud, sino un pecado irresistible que supera incluso a la destrucción de un patrimonio y, a veces, a la de un matrimonio. No es casualidad que la parte más bella del Paraíso de los bibliófilos sea El infierno.

Cuando se vive  con y para los libros el desorden es perfección. El orden absoluto siempre es casualidad. La sobrecarga, ligereza. Y el mejor criterio para poner en orden los libros es no tener ningún criterio. Es más: lo mejor de todo, desde determinado punto de vista, sería no tener ni siquiera un libro, porque así se elimina el problema antes de vernos obligados a afrontarlo. Sería muy bello únicamente soñarlos...

[...] Por lo demás, eso que llamamos desorden no es más que una forma compleja de orden, que está clarísimo en la mente del sujeto desordenante y se manifiesta según esquemas que no son previsibles desde el punto de vista matemático ni programables desde el lógico. A su manera, es algo perfecto. La vida misma, con sus tortuosas estratificaciones, es la más potente de las confusiones. Si nosotros nos permitimos el desorden, ¿por qué no lo aceptamos en nuestros libros?...

 

Luigi Mascheroni. Pròleg a: Massimo Gatta. El desorden de los libros. Traducció d'Amelia Pérez de Villar. Fórcola, 2021.


dimarts, 9 de desembre del 2025

la diferència entre un crític i un lector normal


Leer es un acto cultural del que todos participamos  —todos los que leemos, claro— de manera semejante. Abrimos un libro y entramos en lo que alguien nos cuenta. Según vamos leyendo nos va gustando, o no, lo que estamos leyendo. Si no nos gusta, podemos dejar de leer, o continuamos haciéndolo bien porque somos masoquistas o bien porque, a pesar de todo, tenemos interés en ver cómo acaba aquello. Cuando cerramos el libro, hacemos un juicio global: me ha gustado mucho, me ha gustado algo o no me ha gustado nada.

La diferencia entre un crítico y un lector normal está en que el lector común no necesita ir más allá de este primer juicio; mientras que el crítico, que debe hacerlo público, tiene que pasar de este primer juicio a una reflexión sobre sus causas: por qué me ha gustado mucho, poco o nada. En este segundo paso parece residir la diferencia que la gente encuentra entre la lectura de un crítico y la lectura común. Se tiende a pensar que el crítico busca a posteriori las razones, y que más que buscarlas acomoda a ellas su lectura. Creo que eso no es cierto. Imagínese el lector que cuando termina de leer un libro alguien le pregunta su opinión sobre él. Me ha gustado, responde, y su interlocutor le pregunta por qué. Si el lector cree que hablar o comunicarse con alguien merece la pena, no se limitará a contestar un mero porque sí o un cómodo «el gusto no puede explicarse». Tratará de buscar las causas de su juicio y para ello tendrá mentalmente que recordar y resumir sus impresiones sobre lo que estuvo leyendo. De alguna forma volverá mentalmente a releer el libro para encontrar esas razones y en razón de esa memoria de la lectura argumentará que los personajes le parecen muy bien construidos, las frases muy bonitas y el tema interesante. No hace otra cosa, el crítico. La diferencia entre la lectura del crítico y la del lector no se encuentra ahí. La diferencia reside en que el crítico, ya durante la lectura, sabe que va a tener que hacer esa relectura que el juicio requiere y, por tanto, se fija más, es decir, a la lectura que llamaremos en principio pasiva o inocente superpone otra lectura crítica. La gente tiende a suponer que esa superposición anula la lectura común sin darse cuenta de que, en realidad, lo que hemos llamado lectura pasiva conlleva también una lectura crítica, pues durante el proceso de lectura se van emitiendo juicios de manera continua. Es más: el hecho de pasar las páginas es en sí mismo un juicio, pues significa aceptar lo leído y suponer que lo que sigue también va a merecer la pena. El lector normal pasa las páginas, salvo que peque de masoquista o una fuerte presión exterior actúe sobre él, a partir de que sus juicios van siendo positivos. En el caso del crítico, la actitud es diferente porque, aun no siendo masoquista, está obligado a continuar hasta el final la lectura del libro aunque sus juicios durante la misma sean negativos. Que esté obligado a leer el libro entero no significa que esto siempre se realice. Personalmente creo que la lectura total es lo mínimo que se le debe exigir al crítico, pero no está mal recordar que cuando este reproche se le hizo con fundamento a Clarín este respondió cruelmente a su autor que, si uno va por el campo y detrás de una tapia ve un par de orejas peludas y escucha un rebuzno, no es necesario saltar la tapia para saber que se trata de un burro. Quiero decir, en todo caso, que la lectura que efectúa el crítico se distingue por una mayor intensidad —o debería distinguirse—, por una atención que nace de las exigencias de su propio trabajo pero que en definitiva no varía cualitativamente de la que hace cualquier lector, pues todo lector es un crítico aunque no ejerza públicamente. Al lector le basta con decir esto me gusta o no me gusta. El crítico está obligado a explicarse y a explicar por qué. Y en ese sentido la crítica al crítico no debería residir tanto en su acierto o no como en si ha sabido o no ha sabido fundamentar su opinión...


Constantino Bértolo. Miseria y gloria de la crítica literaria. Punto de vista, 2022.


dilluns, 8 de desembre del 2025

les indiscrecions de thomas mann


JORDI LLOVET
Les indiscrecions de Thomas Mann
Arallegim
2|7|2022


Thomas Mann va deixar escrit al seu testament que no volia que els seus diaris es publiquessin fins vint anys després de la seva mort: volia protegir la intimitat de moltes persones que hi citava i no volia que certes indiscrecions posessin en perill la seva fama. Els diaris van començar a aparèixer en la llengua original l'any 1976.

Els lectors de seguida van adonar-se que aquells diaris tenien un interès escàs: Mann hi parla sobretot dels seus mals de panxa i altres incomoditats, del problema que tenia per trobar calçotets ni massa grans ni massa petits adequats als seus atributs, els puros que fumava abans de ficar-se al llit, els esmorzars amb ous passats per aigua, els passejos amb la seva dona o amb el gos, les visites, els viatges que feia i moltes altres petiteses. Coses més importants, com la seva crítica als polítics de la República o l'ambigüitat amb què va considerar la qüestió jueva abans de l'Holocaust, no van quedar prou reflectides en els seus diaris; sí, amb cautela, la seva passió pels jovenets (l'eros dòric), extrem que la seva dona intuïa, possiblement, abans i tot de casar-se amb ell. No és pecat.

Per això hem de celebrar que Colm Tóibín, que va viure a Barcelona entre el 1975 i el 1978, hagi escrit un llibre, El mag, en què omple, amb tots els documents i biografies que ha consultat, les llacunes que Mann va deixar en els seus diaris per prudència, per vergonya o per covardia.

Entre aquests temes, atesa l'homosexualitat desinhibida de Tóibín, aquest no oblida, ans al contrari, presentar-nos nuament les passions amagades de Thomas Mann: per exemple, el fet que la història de Tadzio narrada a La mort a Venècia, cosa que ja se sabia, procedeix d'una passió viscuda per ell mateix, un any abans, també al Grand Hotel des Bains, al Lido. No hi manca, per amor d'objectivitat, l'oscil·lant pensament de Mann en matèria política. només va dedicar una línia a l'ascens de Hitler al poder, i no gaire comentaris més sobre els avatars i barbaritats de la Guerra Mundial.

Tot i que ja disposem de mitja dotzena de biografies de Thomas Mann en diverses llengües, aquesta biografia novel·lada de Tóibín humanitza pròpiament la persona de l'escriptor alemany, respecta —no pot ser d'altra manera— l'obra literària immensa de l'escriptor, però també ens explica, amb més claredat que no va fer-ho Mann, els desficis de la seva llarga vida i les contradiccions del seu pensament polític.


diumenge, 7 de desembre del 2025

literatura


«La literatura, i sobretot la poesia, és companyia, perquè viu en la memòria, però no «llegim per saber que no estem sols», sinó per no patir tant cada vegada que constatem que sí que estem ben sols, i per tenir alguna cosa per defensar-nos-en, allò de combatre les ofenses de la vida.»

 

Carles Morell. Les variacions del pols. Quaderns Crema, 2025. P. 65.

 

dissabte, 6 de desembre del 2025

amunt i avall




divendres, 5 de desembre del 2025

la documenta recomana el mag

 

 

dijous, 4 de desembre del 2025

des de quin on


En el año 2011 se interpuso en Bruselas una demanda para que los tribunales prohibieran la reedición y difusión de Tintín en el Congo. No cabe la menor duda de que, incluso en sus mejores álbumes, el asexuado periodista de Hergé transporta esa visión colonial del blanco moralmente superior del que dependen los otros pueblos incluso para tomar conciencia de su igualdad, incluso para librarse del poder de los blancos. En los peores, Hergé es francamente racista y reaccionario, basta pensar, sobre todo, en los tres primeros: Tintín en el país de los soviet, Tintín en América y el citado Tintín en el Congo. Pero como existe sin duda una relación kantiana y platónica entre la justicia y la belleza, hay que decir que la evolución artística de Hergé es siempre hacia un nivel mayor de justicia y que sus libros más bellos no se agotan en su ideología católico-scoutiana. Ya El loto azul —siempre un poco paternalista— es un álbum inquietante y provechosamente etnodescentrado; y a medida que aprende a dibujar, que complica sus historias, que enreda a sus personajes, Hergé va desprendiendo mundos que no sabe que lleva dentro y que se pueden mirar y explorar desde otros moldes humanos e ideológicos.

Confieso que toda mi formación ha girado en torno a Tintín y a Marx. De niño leí todos los álbumes un mínimo de setenta veces cada uno y, cuando ya no era posible, soñaba —literalmente, soñaba— que Hergé había dibujado un nuevo cómic después de muerto. Tintín no me impidió leer luego El capital ni enredarme en una relación promiscua con el mundo árabe, donde vivo desde hace veinte años. Lo que importa en un libro es desde dónde se lee. Lo normal es que un libro se lea desde otro libro y lleve a su vez a un libro nuevo. Leído desde la Inglaterra victoriana, el Kim de Kipling es una de las más fraudulentas exaltaciones del Imperio británico, pero leído al mismo tiempo desde la juventud y desde Polanyi o Chesterton, es una emocionante defensa de la antropologia elemental y una experiencia fuerte de cosmopolitismo empírico. En el contexto de la Rusia prerrevolucionaria, dominada por la lucha entre eslavófilos y europeístas, Los demonios de Dostoyevski es un estridente panfleto reaccionario que incluso alerta, con fanatismo delirante, de la imparable colusión entre el comunismo y el Papa; pero su atmósfera, su estructura, su pulso psicológico, lo ponen en relación con Nieve de pamuk o con Salto mortal de Oé, dos autores claramente de izquierdas. Lo mismo puede decirse de Hergé. A la espera de que el racismo desaparezca del mundo y cuando Europa, en todo caso, se ha venido definitivamente abajo como "proyecto universal", queda el hecho de que Las joyas de la Castafiore, con sus falsos suspenses y su asfixiante atmósfera claustral, es el equivalente en cómic a Las reglas del juego de Renoir; y que Tintín  en el Tíbet, con ese blanco impulso contra la felicidad y la lógica, podría utilizarlo el plan Bolonia para explicar a Kant en la Universidad. 

Lo que importa de un libro es desde dónde se lee. Lo normal es que un libro se lea desde otro libro y lleve a su vez a un libro nuevo. Si Tintín en el Congo fuese el único libro del mundo, habría que prohibir sin duda su lectura. Pero eso sucede con todos los Únicos Libros, incluidos la Biblia, el Corán y El capital de Marx, de los que aprendemos siempre algo porque no estamos encerrados en ellos. Lo que nos defiende de nuestro cuerpo son los otros cuerpos. No acusemos a la lectura de los besos que damos o de los que no hemos dado. No arrojemos al fuego ni a los enamorados ni las novelas. Contra las malas, están las buenas; y contra la legalización literaria del racismo o del imperialismo o del fanatismo, habrá que encontrar o construir esa combinación platónica de justicia y de belleza desde la cual podamos despreciar Tintín en el Congo y disfrutar de Las joyas de la Castafiore; extraer de Kim y de Los demonios las armas imprescindibles para combatir la arrogancia de Kipling y el integrismo de Dostoyevski.

 

Santiago Alba Rico. Nadie está seguro con un libro en las manos. Lecturas inconvenientes. La Catarata, 2018.


dimecres, 3 de desembre del 2025

el com

 

BORJA BAGUNYÀ
L'ordre dels factors
El País
9|4|2021

Fa temps que predomina una mena de lectura a la qual, per sobre de qualsevol altra consideració, només sembla interessar-li el contingut. Primera arrufada de nas: el contingut és indissociable de la forma, ho sé. Però moltes vegades ens aturem en aquesta evidència, feta eslògan, i passem a parlar de què hi passa, a tal novel·la, o de quin món representa o de si l’autor va viure allò que s’hi explica, cosa que em sembla fenomenal, si no es fa al preu de menystenir l’aspecte formal amb què l’autor ha decidit d’escriure-ho. Perquè l’art, la literatura, és formalització: des de la paraula que es tria a l’engiponament de la frase, a l’estructuració del paràgraf, a l’organització del capítol, a la seqüència de capítols, a les simetries o asimetries entre principi i final. Podem pensar que tot això depèn del què, però és, i sempre ha estat, patrimoni del com. Donin un cop d’ull a qualsevol dels clàssics: hi trobaran un esforç per tensar la forma heretada, un qüestionament sistemàtic de la convenció; la gràcia és que aquesta tensió i aquest qüestionament es fan, sovint, des del convenciment que la simple repetició de formes antigues i precuinades ja no val per capturar alguna cosa del món que els és contemporani, algun aspecte de l’experiència del seu present; que tot això que viuen i que veuen ja no es pot explicar amb paraules velles. Aquest és el moll de l’os de la modernitat literària.

A l’altra cara, hi ha el doble risc: de no ser considerat art, o literatura; o, en menor grau, de ser titllat de gratuït. Cada cop més, em sembla topar amb una convicció vaga que la forma és un mer vehicle, i que complicar-la (això és, no limitar-se a reproduir fidelment una convenció) és una coqueteria innecessària. Llavors penso en les mudances, o en els buidatges de pisos de familiars morts, i torno a topar amb la importància de la forma. Penso en els objectes del menjador de mons avis, de quan hi anava a passar tardes del cap de setmana. No eren una simple col·lecció de coses acumulades que farien una bona llista perequiana; eren un paisatge, una unitat, feta de mil relacions, de convocatòries invisibles. La disposició de la taula rodona en relació a la resta de mobles (o a la resta d’habitacions), l’hule amb estampat dels setanta que la cobria, el botó blanc de plàstic de la lampareta de sobretaula, que encenien per consultar la cartellera, les cadires de reixeta, la rajola que refredava els peus. Aquesta qualitat simfònica de la manera com es relacionen les coses es fa brutalment evident a l’hora de desmuntar-les. Ja no és un menjador: són quatre parets, i quinze caixes de cartró. Les coses hi són totes, però el menjador ha desaparegut.

Que l’ordre dels factors no altera el producte potser sigui una veritat matemàtica, però és una falsedat artística i emocional.

 

dimarts, 2 de desembre del 2025

la veu d'alemanya


ALLAU
La veu d'Alemanya
The Daily Avalanche
21|6|2023


Novel·lar la biografia d’un personatge cèlebre no resulta fàcil i no sempre s’aconsegueix que el protagonista esdevingui un humà creïble i consistent amb les contradiccions característiques que és el que ens fan precisament humans. Tinc al cap els exemples recents dels llibres sobre Benito Mussolini i Jacint Verdaguer que amb la seva prolixitat de detalls acabaven difuminant la persona retratada, o dit en forma de parèmia, l’abundor d’arbres no deixava veure el bosc. Tanmateix l’irlandès Colm Tóibín se n’ha sortit amb nota ja en un parell d’ocasions; primer el 2004 amb The Master, el relat dels anys de maduresa de Henry James, i el 2021 amb The Magician (El mag, Amsterdam, juny del 2022, excel·lent traducció de Ferran Ràfols), que abasta la vida sencera de Thomas Mann (1875 - 1955). Es tracta de dos autors que no podrien ser més diferents, ja que mentre James és sovint considerat com el paradigma de l’artista encimbellat en una torre d’ivori, Mann va ser un home totalment imbricat a la història del segle XX. 

Nascut en una família de comerciants de Lübeck, va ser testimoni adolescent de la liquidació del negoci patern. Esdevingué una celebritat local als 26 anys ran de la publicació de la saga dels Buddenbrooks i durant la Primera Guerra Mundial fou un ferm defensor de la iniciativa bèl·lica alemanya. Per la seva posició social, pel seu matrimoni amb una rica hereva (que li donà sis fills) i pel seu caràcter retret i moderat, Mann bé podria ser la representació vivent del seny i l’ordre burgès. Però també va ser un dels primers a denunciar l’ascens del feixisme nazi i, des de l’any 1933, un incòmode exiliat, primer a Suïssa i aviat als Estats Units. Des de l’altre costat de l’Atlàntic el novel·lista esdevindria la consciència d’Alemanya, el representant i portaveu de tots aquells compatriotes que no havien estat abduïts pel nazisme.

Tampoc la seva vida privada fou especialment planera, començant per unes tendències homosexuals assumides, però habitualment sublimades, de les quals els seus diaris ofereixen un bon testimoni. I en aquest àmbit la complicitat de Katia, l’esposa, va ser determinant i la converteixen en una de les figures més memorables de la novel·la. I, si Mann sentí sempre aversió pel drama, les tragèdies familiars, en especial el suïcidi, el colpejaren repetidament. La seva abundant fillada, tres d’ells obertament homosexuals, el mantingueren força distret amb les seves particulars inquietuds. I no cal oblidar el seu germà Heinrich, també escriptor, i en part el seu reflex subversiu i turmentat.

Amb tot aquest material Tóibín disposa un enfilall d’escenes que, sense cap voluntat exhaustiva, dóna una idea molt completa dels llocs i les circumstàncies on es mouen unes figures absolutament tridimensionals. El mag aborda amb contenció i eficàcia qüestions importants sobre la pàtria, la família, la solidaritat, la llengua materna, la guerra o el fet de pertànyer a una religió determinada. A més enllaça les vivències de Mann amb la seva obra literària per no perdre de vista en cap moment quin era el seu principal ofici. I ho fa tot amb una amenitat no exempta de veracitat que gairebé ens fa pensar que ens trobem davant d’una novel·la de ficció pura. En qualsevol cas és sens dubte el millor llibre que he llegit enguany, o potser el millor de les dues últimes temporades. O, com a mínim, el que m’ha fet gaudir més. Recomanadíssim! 


dilluns, 1 de desembre del 2025

què implica que els homes llegeixin menys ficció?


LETICIA ASENJO
Què implica que els homes llegeixin menys ficció?
Arallegim
15|11|2025

 

Fa uns anys vaig tenir un professor d'escriptura creativa que, el primer dia de classe, va dir, solemne. "Al meu curs no hi acceptaré novel·les roses ni de fantasia, ja podeu canviar de projecte si veniu amb aquestes idees". Aquesta afirmació, impròpia d'algú que ha d'acompanyar l'aprenentatge de les noves veus, va més enllà d'una preferència literària i condensa una herència antiga: la idea que hi ha literatures serioses i literatures menors. No és casual que el menyspreu acostumi a caure del cantó dels gèneres considerats tradicionalment femenins: la literatura romàntica, la fantasia i l'autoficció, mentre que el pensament, associat culturalment a l'esfera masculina, s'ha considerat l'emblema de la literatura seriosa.
Un estudi del 2017 va analitzar més de mig milió de ressenyes de Goodreads, la plataforma de lectura més gran del món, i va observar que el 76% de les ressenyes eren fetes per dones (tot i que les publicades per homes rebien més likes). Les dones puntuaven més alt els subgèneres romàntics (romàntic contemporani i paranormal) i els homes els relats, la no-ficció, la història o la biografia. En el contingut de les ressenyes, elles destacaven el romanticisme, les relacions i la fantasia; ells, l'estructura i l'estil. En els còmics, les dones ressaltaven la positivitat i l'estètica, mentre que els homes es fixaven en els superherois i el crim.
Diferents estudis en diversos països confirmen que les dones llegeixen més que els homes. A Catalunya, segons l'estudi d'hàbits de lectura i compra del 2024, el 79,5% de les dones i el 68% dels homes llegeixen llibres; el 29,5% i el 23,5%, respectivament, revistes, i el 65,7% i el 58,3%, continguts en xarxes socials. En la resta de mitjans (diaris, còmics, webs, blogs i fòrums) no s'observen diferències significatives entre sexes.
Més enllà de les xifres, aquestes dades revelen dues maneres d'entendre la lectura. Per a moltes dones, la ficció és un espai d'intimitat i empatia, on s'exploren emocions, vincles i vulnerabilitat (estudis en neurociència i psicologia mostren que la ficció afavoreix la teoria de la ment, és a dir, la capacitat d'entendre els estats mentals propis i els dels altres). Per a molts homes, en canvi, llegir vol dir informació, acció i anàlisi. Aquesta diferència, resultat d'una educació sentimental desigual, té conseqüències emocionals i socials profundes. els homes han estat socialitzats per analitzar i comprendre el món des de fora, però no tant per connectar-hi. en un moment històric en què parlem d'una epidèmia de soledat masculina, amb més aïllament, menys amistats íntimes i menys habilitats de comunicació emocional, la manca d'espai per a la introspecció que ofereix la lectura, en especial la de ficció, és més rellevant del que sembla.
Associar sensibilitat amb feblesa i convertir la distància emocional en un atribut masculí ha estat una arma de doble tall: les dones creixen amb més llicència per expressar emocions; els homes, en canvi, es veuen privats d'espais per representar-les o de llenguatge per comprendre's i comprendre les seves relacions. I, al final, les dones acaben carregant la gestió emocional dels homes que les envolten (allò que es coneix com a mankeeping), i el resultat és la insatisfacció per a tothom.
Potser l'epidèmia de soledat que afecta els homes no és només manca de relacions, sinó de llenguatge per sostenir-les. El foment de la lectura, i en especial de la ficció, ja no és només una qüestió cultural, doncs, sinó una necessitat de salut pública.

 

diumenge, 30 de novembre del 2025

diumenge